domingo, 9 de junio de 2013

Éste será el último sapo que bese

Cojín de medio punto con grupo de sapos
Cojín de medio punto con grupo de sapos
        Damisela estaba harta, muy harta, de sentirse mal cada vez que se enamoraba de un hombre. Éste, después de cortejarla, llenarla de halagos y promesas varias, la dejaba tirada cual colilla. ¿Porqué no era capaz de comprometerse con ella y sí con otras? No podía entender por qué ella no era capaz de conquistar a un hombre mientras que otras tenían a sus pies al hombre que les daba la gana cuando les daba la gana.

        ¿Qué le faltaba a ella?
        ¿Qué tenían los demás que no tuviese ella?
        ¿No había hombres que no fuesen sapos?
        ¿Qué había de malo en ella?

Detalle Cojín de medio punto con grupo de sapos
Detalle Cojín de medio punto con grupo de sapos
        Estas y muchas otras preguntas le amargaban la existencia a Damisela. Lo peor de todo era que no dejaba de repetírselas todas las mañanas antes de desayunar, durante el día como "picoteo entre horas", y todas las noches antes de irse a dormir. Con semejante ración de "antipiropos" no era de extrañar que se encontrase hecha unos zorros y tuviese el alma más mareada que una perdiz en un tiovivo.

        ¡Uf, qué hastío!

        ¡Vaya marrón!

        - La dignidad de Damisela acabó por echar raíces en el cubo de la basura.

        Lo que es peor: no se daba cuenta de que hablándose y pensándose así sólo conseguía hundirse más y más en la miseria de la nueva plaga del siglo XXI: el victimismo. Ya se sabe que del victimismo no se sale así como así, pues una se acostumbra a quejarse, lamentarse y echarle las culpas al chachachá, todo menos asumir responsabilidades y limpiarse las telarañas de las neuronas, tirar la diadema y ajustarse una corona de reina.

Detalle sapo bordado a medio punto
Detalle sapo bordado a medio punto
        A lo que íbamos: los antipiropos, de tan habituales, han pasado a ser normales. Lo mismo que las consignas damiseriles que le envenenan el alma a cualquier mujer y acaban por generarle un cáncer espiritual. No es, pues, de extrañar que se levanten por las mañanas con náuseas y deseando largarse al mundo del Nunca Jamás.

          .....

        Así las cosas, la pobre Damisela tenía mareadas las entendederas, hecha unos zorros la autoestima y perdido el sentido común. Semejante fiasco sólo podía arreglarlo un Hada madrina. Ahora bien, a las damiselas de turno las hadas madrinas se les antojan demasiado radicales como para acudir en petición de ayuda, ya que corren el riesgo de que les de con la varita un buen toque y las animen a mover el culo.

        ¿El culo?

        Si, reina, sí, el culo.

        - Hay que mover el culo, o sea, dejar de quejarse y ponerse manos a la obra para dignificarse. Ello pasa por tirar a la hoguera el manual de "tonta damisela y buena redilera". Si redileas, así te lucirá tu diadema.

        ¡Suelta la tontería, déjate de cuentos y ve en busca de tu Hada madrina!

 «Las damiselas son de Venus». Rosetta Forner.

Detalle sapo bordado a medio punto
Detalle sapo bordado a medio punto

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